miércoles, 18 de abril de 2012

La III República: (I) El problema de la bandera

En estos días que tanto se debate acerca de la conveniencia de la monarquía o la república, y pese a que pueda ser esto tachado de oportunismo, pretendo iniciar una pequeña exposición de los que a mi parecer serían los escollos principales por los que se pasaría a la hora de instaurar la Tercera República en España.

El problema de las banderas, que da título a este capítulo, sería el primero de todos ellos. ¿Pero cómo puede ser el problema del envoltorio, y no el del contenido, el primero? Mi respuesta es que debería ser, así es, la coyuntura, las características de dicha república, lo primero en acontecer. 

Sin embargo esto no es así. Habrá quien diga que las banderas son meros trapos de colores, no lo son, de la misma manera que una americana y un pijama son también trapos de colores y uno no acude a una entrevista en pijama. Especificamente en esta nuestra era de la posmodernidad, el contenido, el hecho en sí, está enormemente supeditado a las ropas que lo vistan. La genialidad del contenido, o la ausencia de éste, sólo será evidente si las ropas que lo acicalan son lo suficientemente atrayentes como para acercar el interior de las mismas al individuo. Estas ropas, en este caso las banderas, símbolo no sólo de un estado, sino también de una idea, son especialmente problemáticas en el caso de España, de la manera que relataré a continuación. Y este problema debe subsanarse para poder atraer a la República a aquellos más distanciados de ella, no por lo que es ella en sí, sino por lo que una bandera representa.


La tricolor

Bandera de la Segunda República Española.

Rojo, amarillo y morado son los colores que porta la bandera más estrechamente relacionada con el actual republicanismo en España. Rara es su no aparición en manifestaciones y huelgas.

Esta bandera, que da continuidad a la de la Segunda República a  la que debe su institucionalización, sustituye el rojo inferior por el morado a la vez que cambia las proporciones de las franjas de cuartos a tercios. A su vez, incluye el escudo de España en el que se elimina el cuarteado que incluye la flor de lis representativa de la Casa de Borbón así como la corona monárquica, que es substituida por la corona mural.

A mi parecer el problema no está en continuidad que daría a la Segunda República una Tercera que portase esta bandera. Pues ni siquiera los historiadores más imparciales son capaces de aunarse al debatir si las revolucionarias bondades democráticas de la misma fueron tan buenas o si se confundió la libertad con el libertinaje. Y no seré yo quien debata aquí sobre ello. El problema de esta bandera no es otro que el mismo llevó a España a 3 años de guerra civil entre hermanos y décadas de disfrute de sus consecuencias, el mismo problema del que ya escribió Machado: las 2 Españas. La traba, la misma que padece la siguiente bandera, la rojigualda, es el de la sección de la población a quien representa. Pues esta es la bandera que representa a una de las dos Españas y para la otra esta es la bandera de los rojos, la bandera de la izquierda. Y siendo imposible convencer de lo contrario a esa España, ¿es conveniente imponer una bandera a la cual una mitad de la población veneraría y la otra escupiría, restando así legitimidad no solo a la bandera si no a la República entera? ¿es siquiera posible intentar explicar el concepto detrás de esta bandera a una España que haría oídos sordos tras ver acercarse a la tricolor desde la lejanía? A mi parecer no.

De este modo, la problemática de esta bandera no es tanto la continuidad que daría a la Segunda República, sino el grueso de población al que representa esta bandera. Y no es lo idóneo que una bandera sea apropiada por un sector político, sino que debe trascender a este y homogeneizar bajo ella a toda, o al máximo de, la población.


La rojigualda

Actual bandera del Reino de España.

Desde que en 1785 se instaurase para los buques de guerra y se acabase generalizando su uso como tal del estado español, esta bandera ha variado sus formas según el periodo histórico. En su inicio, e incluyendo la Primera República, esta portaba un escudo que sólo lucía las armas de Castilla y de León, oportunamente olvidando a los otros tres reinos fundadores de España: Aragón, Navarra y Granada.

 Pabellón naval y bandera  hasta 1873.      Bandera de la Primera República de España.

Después de la II República que la derogó, durante la infame dictadura de Franco, la bandera portó un escudo nuevo, basado en el estandarte de los Reyes Católicos, que introdujo las armas navarras, granadinas y aragonesas al escudo español bajo las alas del Águila de San Juan y mantuvo las dos torres de Hércules que simbolizan el estrecho de Gibraltar, donde los antiguos griegos situaban el fin del mundo conocido por ellos y que aparecen por vez primera en la bandera tricolor.

Bandera del régimen franquista. 

El inconveniente de la rojigualda es el mismo que el de la anterior, que, si bien durante los éxitos deportivos es común verla por doquier, la porta de la misma es relacionada por una España con la otra, la de los fachas o de derechas. 


Una tercera bandera


Ante el dilema producido por el choque de estas dos Españas y de las dos banderas que las encarnan parece indiscutible que el único desenlace satisfactorio a esta disyuntiva es la adopción de una tercera bandera, que guarde poca o nula relación, con cualquiera de las anteriores. Esta bandera podría ser de dos maneras, antigua o de nueva creación.

En el caso de que esta bandera no sea de nueva creación, sino antigua, pues este es el caso que expondré, para poder gozar de la popularidad y de la legitimidad necesarias para poder ser enarbolada sin timidez ni coacción, ésta debería poseer una historia afín con la otrora grandeza de España. Pues en caso contrario, podría ser tildada de imposición o de mero convencionalismo. 

Ante estas premisas, la única bandera antigua que toma estas cualidades es la bandera del Imperio Español.

Bandera del Virreinato de Nueva España.

La característica principal de esta bandera, sus aspas, corresponden a la Cruz de Borgoña, introducida en España por Felipe el Hermoso y que permanecerían ligadas a la dinastía Habsburgo de monarcas españoles, amén de ser la insignia más utilizada por los regimientos de infantería del Imperio Español desde el emperador Carlos I de España durante los siglos XVI, XVII, XVIII y comienzos del XIX. 

Pese a la ausencia de banderas en el sentido estricto de la palabra durante la época, en la actualidad se relaciona esta bandera con la del Imperio Español. Además sirvió, tras la creación de la rojigualda, como bandera del Virreinato de Nueva España, el territorio controlado por España en Norte-América. Debido a ello, gran cantidad de banderas actuales tienen aún hoy vestigios de esta bandera, entre ellas la de los estados de Florida y Alabama, la de Tenerife y la de diversos departamentos en países de América del Sur.

Bandera de Florida (EE.UU)                              Bandera de Alabama (EE.UU).

En el siglo XIX es utilizada por los regimientos de infantería que lucharon en el bando carlista durante la Primera y la Tercera Guerra Carlista, pues al inicio de la primera era todavía el distintivo borgoñón el propio del Ejército de Regulares, y no es hasta 1935 que es apropiada por el semi-desaparecido Partido Carlista.


Esta bandera es, según mi humilde opinión, la mejor candidata de entre las banderas antiguas, a encarnarse como bandera de la III República, en caso que esta se produjese, debido a la ausencia en la actualidad de carga ideológica alguna en ella y al trasfondo histórico que contiene. Además de preservar el color rojo en ella, el más evidente de la actual y uno de los dos que comparten entre sí la tricolor y la rojigualda.












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