miércoles, 29 de enero de 2014

Diez preguntas para comprender qué pasa en Ucrania

El conflicto social y político de Ucrania cada vez empuja más fuerte y la tensión se expande por la mayor parte del país, más allá de Kíev, la capital. El origen del conflicto es antiguo y los intereses creados en la región superan las fronteras ucranianas, con dos contendientes principales: Rusia y occidente (y Europa). A continuación, os ofrecemos diez preguntas y respuestas para comprender que pasa en Ucrania.

Diez preguntas y respuestas para comprender Ucrania.
1. ¿Por qué protestan los ucranianos?
Después de años de negociaciones, el gobierno actual de Ucrania ha decidido no firmar un acuerdo de asociación con la Unión Europa y, por contra, se ha mostrado abierto a integrarse más con Rusia. La decisión se anunció el 21 de noviembre y de ese tiempo a esta parte el número de manifestantes no ha parado de crecer. Las protestas ya han llegado al extremo de exigir la dimisión del presidente, que buena parte de la población considera un personaje corrupto y autoritario.
2. ¿Esta protesta se puede considerar una continuación de las grandes movilizaciones en favor de Yulia Timoshenko?
Lo es, en parte. La ex primera ministra Yulia Timoshenko, líder de la Revolución Naranja de 2004, permanece en prisión desde 2011. Desde ahí mantiene una clara posición proeuropea. De hecho, reclamó a la Unión que firmase el acuerdo incluso si ella era mantenida en prisión. La UE, que considera que fue encarcelada por motivos políticos, había avisado que no firmaría el acuerdo mientras no fuese liberada. Timoshenko ha acabado convirtiéndose en un icono de la Unión Europea, un personaje muy incómodo para los dirigentes ucranianos.
3. ¿Qué papel tiene Rusia en el conflicto?

martes, 28 de enero de 2014

El dilema del PSC

¿Cómo pasa un partido político de ganar dos elecciones consecutivas a la Generalitat (Maragall 2003, Montilla 2006) a convertirse en un partido irrelevante? Ni todo se puede achacar al cambio ocurrido en la política catalana ni, por el contrario, se puede reducir a que ha sido el propio partido el que se ha inmolado.

La realidad es que, fruto de ambas razones, el PSC ha pasado de enviar Estatuts al Constitucional a convertirse en una fuerza política irrelevante. Irrelevante porque si no fuese por la historia del partido y por el cupo de minutos que por ley deben aparecer en la televisión pública sobre el PSC, el peso del partido en la política catalana (y española) actual sería nulo.
Un hombre y un problema

A nadie le cuesta imaginar un presente sin el PSC,  y esto refleja ese nulo peso del partido. Primero no ofrecían nada nuevo, y ahora no ofrecen nada en absoluto. Antes se apuntaron al camino de un Referéndum que no salió de ellos. ¿A dónde va Vicente? Y más tarde, viendo el desastre electoral decidió dar marcha atrás. Y ahora, en tierra de nadie, Pere Navarro se pregunta qué hacer.

Arturo Pérez-Reverte - Historia de España (XVII)

Estábamos, creo recordar, en que los dos guapitos que a finales del XV reinaban en lo que empezaba a parecer España, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, lo tenían claro en varios órdenes de cosas. Una era que para financiar aquel tinglado hacía falta una pasta horrorosa. Y como el ministro Montoro no había nacido aún y su sistema de expolio general todavía no estaba operativo, decidieron -lo decidió Isabel, que era un bicho- ingeniar otro sistema para sacar cuartos a la peña por la cara. Y de paso tenerla acojonada, sobre todo allí donde los fueros y otros privilegios locales limitaban el poder real.

Auto de fe de la Inquisición de Francisco de Goya
Ese invento fue el tribunal del Santo Oficio, conocido por el bonito nombre de Inquisición, cuyo primer objetivo fueron los judíos. Éstos tenían dinero porque trabajaban de administradores, recaudaban impuestos, eran médicos prestigiosos, controlaban el comercio caro y prestaban a comisión, como los bancos; o más bien ellos eran los bancos. 

viernes, 10 de enero de 2014

Arturo Pérez-Reverte - Historia de España (XVI)


Eran jóvenes, guapos y listos. Me refiero a Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, los llamados Reyes Católicos. Los de la tele. Sobre todo, listos. 

Ella era de las que muerden con la boquita cerrada. Lo había demostrado en la guerra contra los partidarios de su sobrina Juana la Beltraneja -apoyada por el rey de Portugal-, a la que repetidas veces le jugó la del chino. Él, trayendo en la maleta el fino encaje de bolillos que en el Mediterráneo occidental hacía ya imparable la expansión política, económica y comercial catalano-aragonesa. 
La feliz pareja

La alianza de esos dos jovenzuelos, que nos salieron de armas tomar, tiene, naturalmente, puntitos románticos; pero lo que fue, sobre todo, es un matrimonio de conveniencia: una gigantesca operación política que, aunque no fuera tan ambicioso el propósito final, en pocas décadas iba a acabar situando a España como primera potencia mundial, gracias a diversos factores que coincidieron en el espacio y el tiempo: inteligencia, valor, pragmatismo, tenacidad y mucha suerte; aunque lo de la suerte, con el paso de los años, terminara volviéndose -de tanta como fue- contra el teórico beneficiado. O sea, contra los españoles de a pie; que, a la larga, de beneficio obtuvimos poco y pagamos, como solemos, los gastos de la verbena.

miércoles, 8 de enero de 2014

Arturo Pérez-Reverte - Historia de España (XV)

A los incautos que creen que los últimos siglos de la reconquista fueron de esfuerzo común frente al musulmán hay que decirles que verdes las han segado. Se hubiera acabado antes, de unificar objetivos; pero no fue así. Con los reinos cristianos más o menos consolidados y rentables a esas alturas, y la mayor parte de los moros de España convertidos al tocino o confinados en morerías (en juderías, los hebreos), la cosa consistió ya más bien en una carrera de obstáculos de reyes, nobles y obispos para ver quién se quedaba con más parte del pastel. Que iba siendo sabroso. 

Como consecuencia, las palabras guerra y civil, puestas juntas en los libros de Historia, te saltan a la cara en cada página. Todo cristo tuvo la suya: Castilla, Aragón, Navarra. Pagaron los de siempre: la carne de lanza y horca, los siervos desgraciados utilizados por unos y otros para las batallas o para pagar impuestos, mientras individuos de la puerca catadura moral, por ejemplo, del condestable Álvaro de Luna, conspiraban, manipulaban a reyes y príncipes y se hacían más ricos que el tío Gilito.

viernes, 3 de enero de 2014

Arturo Pérez-Reverte - Historia de España (XIV)

En la España cristiana de los siglos XIV y XV, como en la mora (ya sólo había 5 reinos peninsulares: Portugal, Castilla, Navarra, Aragón y Granada), la guerra civil empezaba a ser una costumbre local tan típica como la paella, el flamenco y la mala leche -suponiendo que entonces hubieran paella y flamenco, que no creo-.

Las ambiciones y arrogancia de la nobleza, la injerencia del clero en la vida política y social, el bandidaje, las banderías y el acuchillarse por la cara, daban el tono; y tanto Castilla como Aragón, con su Cataluña incluida, iban a conocer en ese período unas broncas civiles de toma pan y moja, que ya contaremos cuando toque; y que, como en episodios anteriores, habrían proporcionado materia extraordinaria para varias tragedias shakesperianas, en el caso de que en España hubiéramos tenido ese Shakespeare que para nuestra desgracia -y vergüenza- nunca tuvimos. Ríanse ustedes de Ricardo III y del resto de la británica tropa.