miércoles, 9 de abril de 2014

Deflación: ¿buena o mala?

A los reiterados anuncios del FMI y del Tesoro de Estados Unidos de que tanto Europa como España pueden entrar el deflación se le une, acto seguido, una pregunta muy lógica, sobre todo para aquellos que conocemos los términos económicos cuando ya son portada, esta es: ¿Y eso [la deflación] es bueno o malo?

Como digo una pregunta lógica, no tanto así su respuesta. Por una parte se presenta esta noticia apocalípticamente desde la FED, para quien la deflación, sí o sí, es causa de una desintegración de la economía, desintegración que además retroalimenta esa misma deflación. Para el consumidor parece menos alarmante, pues no parece ver nada negativo cuando se le explica que eso implica que los precios de los productos bajen, es decir que el dinero que tenemos hoy valga más con respecto a ayer.

Pero la respuesta no es tan sencilla, y quizás esto es porque la pregunta es demasiado simplista. El economista Hal R. Varian en un artículo de hace años nos avisaba: la deflación es un síntoma, no una enfermedad en sí misma. Para dar veracidad a tal premisa nos exponía dos casos de deflación con diferente resultado: la que siguió a la Guerra de Secesión estadounidense y la de los tres años inmediatamente posteriores a la Gran Depresión.

En el primer caso la deflación no fue debida a una baja demanda, sino a un incremento en la productividad fabril estadounidense. El estándar del oro exacerbó la presión a la baja sobre los precios: con un suministro de dinero fijo y una creciente oferta de productos, los precios, naturalmente, bajaron. Y aunque esa bajada no benefició a todo el mundo (nunca lo hace) sí lo hizo con carácter general a la mayoría de la población, con lo cual la deflación de finales del siglo XIX fue buena.

La de la década de los 30, sin embargo, no obedece a las mismas causas, sino que en este caso sí fue la presencia de muy poca demanda, debida al pánico financiero y a la ingente cantidad de paro,  la que provocó la deflación. Huelga decir que, en este caso, las consecuencias de la Gran Depresión sí fueron funestas ya no sólo para la economía estadounidense, sino para la economía global.

Lo realmente destacable de esta diferente actuación de un mismo proceso es que no fue la deflación la que produjo los efectos, deseados o indeseables, que la siguieron, sino que fueron las causas mismas de la presencia de deflación, que ya antes de que la produjesen eran malos o buenos en sí mismos.

Los actuales avisos de una venidera deflación, sin embargo, en este caso sí son alarmantes. Es indudable que la causa de ésta se asemeja más a una depresión en la demanda como la que ocurrió en el caso de la Gran Depresión. Nos advierte de ello, pese a un moderado crecimiento de la demanda interna desde hace unos meses, el continuismo sin fin en el horizonte de una política de tipos bajos por parte del BCE, que no responde a nada más que a evitar la deflación y a intentar incentivar un crecimiento en la demanda; pues de hipotecas más bajas debería seguirse más dinero en el bolsillo del consumidor.

Lo notable, más allá de la posible presencia futura de esta deflación, es que no debemos guiarnos sólo por la aparición de ésta para juzgar si vienen tiempos peores o mejores para la economía, sino recordar que, como hemos visto, la deflación no es en sí causa, sino efecto, y que lo que debemos juzgar es aquello que la provoca, yendo más allá de la aparición en las portadas de la, tan temida por algunos, deflación.


1 comentario:

  1. Copio pego comentario de meneame sobre esto:

    Tenemos una sociedad abrumada por los malos augurios que los políticos nos tramiten en su lucha partidista, con el consecuente efecto en el consumo, con medidas impuestas por el gobierno a toda la sociedad con el apoyo de una minoría, (votos recibidos por el PP en las últimas elecciones sobre el censo electoral el 30,10%) en las que centra la salida de la crisis en el tejido empresarial a la espera que creé puestos de trabajo, ignorando que para ellos la prioridad es el beneficio y no la creación de empleo, y en las que se mantienen todos los privilegios de las clases dominantes, nos mantendrá en un escenario de crisis e injusticia, más o menos aguda.

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